Cuando se nos viene a la cabeza la palabra «verano», pensamos casi de manera automática a vacaciones, descanso, playa, montaña, y sol. Mucho sol. Nos sentimos más guapos, más sexies y hasta más altos. Más ‘mejores’, en definitiva. Pero cuidado, porque el astro rey es un lobo con piel de cordero y puede resultar más dañino de lo que pensamos. ¿Nuestras armas? Alimentos que nos ayudan a proteger nuestra piel.
A estas alturas, quien más y quien menos ya sabe que con los calores del verano hay que hidratarse mucho y untarse de protección solar hasta las cejas.
Además, la alimentación también puede ayudarnos a mantener nuestra piel protegida e incluso a estar más morenos. Por ejemplo,lo de comer zanahorias no es una leyenda urbana. Para nada.
La cosa es que tiene mucho beta-caroteno que es un antioxidante, con lo que “elimina radicales y protege al ADN de acciones mutagénicas”, y ayuda a la función inmunitaria.
Pero la zanahoria no es la única que puede presumir de antioxidante natural. Los beta-carotenos son los responsables de los pigmentos amarillos, rojos y anaranjados que tienen muchos vegetales, por lo que no resulta difícil encontrarlos: el tomate, la naranja, el calabacín, la calabaza, los melocotones, los albaricoques, el boniato o la papaya van también cargaditos. Así como algunas hortalizas de hoja verde, como el brócoli o las espinacas.
La cuestión es que son tan buenos porque, una vez en nuestro organismo, mutan en vitamina A, que ayuda a las células a mantenerse jóvenes y, por tanto, a funcionar mejor. Además, activan la melanina, que es el protector natural de la piel para el sol.
Una lista interminable de vitaminas
Otras dos vitaminas que se pueden convertir en grandes aliados para nuestra piel en verano son, según Gómez, la E (o tocoferol) y la K. La primera “es principalmente antioxidante y beneficiosa contra algunas enfermedades como el Parkinson, demencia en la vejez o el colesterol”, apunta la nutricionista, mientras que la segunda “ayuda a coagular la sangre y producir glóbulos rojos, por lo que es necesario tener unos niveles adecuados”.
Hay vitamina E en los vegetales de hoja verde y en los aceites vegetales, y vitamina K en legumbres y la yema de huevo.
Claro que en lo que a vitaminas se refiere, la auténtica protagonista es la vitamina C. No solo ayuda a prevenir catarros en invierno, sino que en verano tiene una función importante en la producción de colágeno (que mantiene tersa la piel). Además de en las consabidas naranjas y los kiwis, también hay vitamina C en la leche, algunas verduras, en los cereales, las hortalizas y en la carne. Vamos, que fácil de encontrar, es.
Porque si bien es cierto que en verano hace calor y que no comemos las mismas cantidades que en invierno, también lo es que para tener nuestra piel protegida del sol no hay porqué alimentarse solo a base de vegetales. Y para muestra, un botón: algunas vísceras como el hígado, el corazón o los riñones, legumbres, cereales y en la levadura de cerveza (esa cañita del verano, que no falte) encontramos la vitamina B1 o Tiamina, que participa en la obtención de energía a partir de los glúcidos y lípidos que hemos ingerido.
También el pescado
¿Y qué pasa con los pescados? ¿No tienen propiedades? Por supuesto. Tienen mucha proteína y algunos peces, como el atún, el salmón, el emperador, la sardina o la caballa son ricos en ácido Alfa Linolenico, que aporta hidratación y elasticidad a la piel. Su hándicap es su baja resistencia al ataque de los radicales libres, por lo que los expertos en nutrición recomiendan muy mucho tomarlos junto con antioxidantes.
Y luego están los alimentos que hidratan, por su alto contenido en agua: la sandía, el pepino, el agua de coco… Fundamentales. En palabras de la nutricionista, “el cuerpo humano está formado por un 65-70% de agua, y sin el suficiente aporte es imposible hacer funciones fisiológicas tan fundamentales como respirar, la digestión o algunas reacciones metabólicas”. Las actividades propias de la época estival conllevan un mayor gasto del agua corporal, por lo que “debemos hidratarnos constantemente, ya sea con agua, frutas, zumos, infusiones, refrescos, bebidas con sales minerales…”.
Dicho esto, no debería resultar difícil llevar una alimentación que proteja nuestra piel del sol en verano. Bastaría con que fuera baja en grasas y variada. El peligro es caer en la rutinaria ensalada mixta de lechuga, tomate, cebolla y atún. Así que el secreto está en echarle imaginación y ser creativos. Para empezar, aquí van algunas propuestas.
FUENTE: gastronosfera.com
FIRMA: Ana Lobo
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